Aunque no es propiamente mexicana, desde hace un par de décadas hemos adoptado la costumbre sin dejar de lado nuestro tradicional día de muertos.
Halloween es la contracción de all hallow’s eve, es decir, víspera de todos los santos, y es una fiesta de origen celta que se celebra tradicionalmente en países como Canadá, Estados Unidos, Irlanda o Reino Unido.
Esta costumbre tiene como objetivo celebrar el samhain, una antigua festividad del periodo pagano previo al cristianismo, en la que se daba la bienvenida al año nuevo. Su significado literal es “fin del verano”.
Con los años el concepto se fue deformando y se le relaciona con la llegada de malos espíritus que aterrorizaban a los campesinos, pero eran tan solo historias. Para “asustarlos” se disfrazaban y de ahí es que surgió la costumbre de disfrazarse para esta época.
¿Por qué nos disfrazamos?
La costumbre nació en Francia entre los siglos 14 y 15, durante la celebración de la “fiesta de todos los santos” cuando Europa estaba azotada por la peste bubónica. La plaga provocó entre los católicos un gran miedo a la muerte y por ende usaron su creatividad.
Las misas de difuntos se multiplicaron y nacieron muchas representaciones artísticas que le recordaban a la gente que podían morir en cualquier momento. Estas representaciones eran conocidas como la “danza de la muerte” y con el tiempo dieron lugar a una auténtica “fiesta de disfraces” con la muerte como tema principal.
Al llegar la tradición a América las cosas cambiaron, pues se les añadió el temor al ocultismo y la magia; ya que en esos años perseguían a las mujeres que practicaban lo pagano y eran llamadas “brujas”.